M y s t i c o s i l e n c i o q u e b r a n t a d o.
Esta vez es al revés. Se oye?. Si. Chapa y cuerdas fusionadas de mil formas. Compaces a contratiempo. No se ve, suena.
Entre la oscuridad los párpados esconden miradas. Miradas que se ocultan detrás de sus dueños. Amos que guardan en sí una pulsión latente. Pocas veces logramos escuchar el latido de los seres que nos circundan. Pero he aquí la llave: la mística consiste en traducir el impulso en un código factible de ser en primer instancia percibido, quizá comprendido, pero apropiado y entonces resignificado.
Detengo el tiempo. Manipulo sincrónicamente en sentido opuesto las agujas del terco reloj: se oye / párpados esconden miradas que hablan / algo late / la pulsión se traduce en un signo: música.
La música como un signo, solo existe como tal sólo cuando está investido de sentido por algo. Ese algo puede ser un hecho, un fenómeno o un ser. La música sólo existe cuando se funda en uno o en múltiples sentidos. La mística musical se hace signo genuino cuando el impulso antes latente es investido en acto por miles de sentidos particulares que se fundan en un mismo código: The Mystical Project.
Gesto otro párrafo. Cada párrafo como cada paso que fundamos, tiene una complejidad armónica similar a la de los acordes. Cada acorde o compleja sucesión de signos musicales, está asociado a un andar. Sin embargo, en los urbanos andares, la peatonal suele aturdir. Y no me refiero a los sonidos investidos de sentido, no. Pienso en la sombra de los templos sagrados. Eso aturde. Las baldosas bien predispuestas recortan las figuras sacras de una cultura religiosa importada / impuesta hace aproximadamente cinco siglos.
Las sagradas estructuras aparecen rodeadas por baldosas que son lo suficientemente blancas como para dejar entrever el poder meticulosamente ejercido durante siglos. Quizá un poder violento, porque pienso que no existe poder más nocivo y cobarde que aquel de naturaleza intangible. Poder que adquirió el don de la alquimia ancestral: materializar lo intangible en símbolos irracionalmente religiosos que sirven de dispositivos de control panóptico aparentemente racionales.
Coincido con Foucault cuando, al hablar de dispositivos de control social, decía que el poder no es tangible, sino que es en sí producción absoluta. El poder produce, y produce realidades, produce objetos, y rituales dignos de considerarse verdaderos (aunque sólo sea un espejismo). Este poder construyó símbolos racionales hizo templo, hizo sometimiento. Así, la racionalidad se asumió la legitimidad para aplastar culturas, y sobre ellas levantar harto cantidades de templos con irracionales baldosas, con violento silencio.
Una baldosa al lado de la otra, nena, al lado de la otra. Cada peatón está obligado a que lo sagrado esté presente en el espectro panorámico de su mirada. Si caminas con mirada al frente, los grandes templos siempre te harán recordar que tú eres más pequeño, más inútilmente carente de poder. Si caminas cabizbajo esas baldosas que reflejan el poder ancestral irracional, continuarán recordándote que no eres más que un simple mortal. Lo ves, nena?...
Hoy, camino peatonal y piso baldosa. Piso baldosa blanca y digo colonia / pienso tirano / siento impotencia. Con respecto a esto, P. Bourdieu decía: “los sistemas simbólicos cumplen su función política de instrumentos de imposición o de legitimación de la dominación”. Así, los sistemas simbólicos contribuyen a asegurar la legitimidad de dominación que ejercen unos sobre otros. Esto es violencia simbólica. Y la violencia simbólica, nene, alimenta la domesticación de los dominados.
Abro escena: oscuro cemento, luces calientes atraviesan las mentes (sí Luca), las ideas alborotadas se atropellas y por eso, se anulan. El cerebro desnudo se despoja de toda racionalidad, promiscuos instintos gobiernan, lo místico se hizo carne.
Los domesticados dominados no nos resignamos a perecer en esta condición. En Córdoba, juegan de local muchas bandas que luchan contra el silencio opresor de los grandes dispositivos de poder, para hacerse oír.
T h e M y s t i c a l P r o j e c t hizo de su pulsión un signo propio: los dedos corren por la columna vertebral de los instrumentos de cuerda, mientras que la batería estalla en composiciones rítmicas de alto estado de catarsis. Acariciando las cuerdas de la guitarra Fernando Galiano; percutiendo las gruesas cuerdas Agustín Fabre y creando fusiones rítmicas Ezequiel Lario.
Con formación de power trío, la banda gesta sentimientos, en cada composición. Su rock, por momentos sólo instrumental, logra decir mucho más sin pronunciar palabra alguna. Los dedos de los músicos, toda su aura corporal, refleja la lucha que se desata entre los pentagramas de cada partitura.
Lo ancestral se fusiona con las baldosas actuales de nuestro andar. Tienen escondida entre sus manos algunas de las llaves que quizá hagan desacomodar los suelos urbanos. Lo místico se confunde con la piel, con cada acorde, con cada cuerda mil veces acariciada, con platillos dulcemente castigados.
La fuerza de The Mystical Project, logra correr desde el mítico abasto cordobés. Entonces esas baldosas blancas, expresión del sometimiento, tiemblan. Vibran. El irracional suelo peatonal es puesto en jaque por esta banda que con su mística simbólica puede quebrantar todo poder ancestral.
The mystical Project traduce pulsiones internas en arpegios que fusionan tonalidades mayores y menores capaces de quebrantar en dos nuestros pasos urbanos. Místicos caballeros del suburbio urbano calibran acordes, poderosas combinaciones, traduciendo en signos musicales lo que late detrás de sus armaduras. Pero no es fácil, los buenos caballeros siempre guardan sentimientos para gestarlos en un futuro. Los primeros acordes dicen sólo una parte de su complejo ser.
textoMilenaTiburciofotoIvanaMaritanovideoDanielSampieri
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